La última semana de octubre me desplacé, por tercer año consecutivo, hasta Estonia a colaborar con los trabajos de anillamiento de becadas que realiza allí el Club della Becaccia italiano, y por segundo consecutivo llevando perros propios para las tareas de censos de becadas en migración. Qué voy a decir, pues que nuevamente es visitar el paraíso, por el bosque, por la presencia de becadas, por la acogida de nuestros anfitriones estonios, por el exquisito trato que recibimos por parte de nuestros compañeros italianos, por el magnífico ambiente entre nuestro grupo de españoles hasta allí desplazados... Cazar también es participar en proyectos de investigación de este tipo, que sin duda nos servirán para defender nuestra afición de los ataques de los anticaza como ya ha sucedido con otras modalidades como la codorniz en la media veda o la perdiz con reclamo.
Este año formamos la comitiva Mejido con dos de sus bretones, Javi con su bretona y yo con una setter y la pointer de mi padre. Allí nos esperaban de nuevo David, veterano ya con su quinto año de viaje y Jaanus, el anillador oficial estonio. El anillamiento estuvo flojo, la sequía y heladas del mes anterior hicieron que los prados estuvieran secos y las becadas prefirieran alimentarse en el bosque, saliendo en escaso número. Aún así, los resultados del anillamiento fueron muy esperanzadores: casi un 85% de jóvenes de diferentes estratos de edad, reflejo a priori de un buen año de cría.
Los censos diarios fueron otra historia. Buena densidad de becadas en migración, con interesantes variaciones en su selección de hábitat en función de la meteorología de la noche anterior y el día de censo y correlación con los puntos de anillamiento posteriores. Los perros trabajaron bien y disfrutamos de bonitos lances cámara en mano.
Para terminar el viaje nos tomamos un par de días de caza, empujados sobre todo por las ganas de cazar grévoles, esos fantasmas del bosque con vuelo endemoniado, después de haber tenido contacto con ellos el año pasado por primera vez. Se mantuvo la densidad de becadas que habíamos tenido en la zona de estudio y disfrutamos de numerosos lances con becadas y grévoles, cumpliendo con el cupo ético marcado y que pensamos debería establecerse idéntico para todos los países donde se caza la becada, y pudiendo satisfacer nuestro deseo de abatir algún grévol, que en breve pasarán a manos de un taxidermista... y de nuestros fogones.
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