El jueves volvimos a la montaña en el paseo de la tarde de después del trabajo y de nuevo nos resultó un día afortunado: 6 becadas vistas y un nuevo cupo. Primero empecé por una zona donde hace un par de semanas quedaron dos y allí aparecieron...para seguir quedando allí. La primera un fallo mío con la escopeta, se me da mal tirar hacia abajo a las que se descuelgan por la ladera. La segunda saliendo tapada por tercer día consecutivo del mismo piornal, si entro por un lado sale por el otro, si entro por el otro sale por el uno, es lista, creo que me ha ganado la batalla y ahí se quedará. Después vino un rato de subidón con 3 becadas vistas con apenas 20 minutos de lapso entre una y otra, y con dos lances de los que te recuerdan por qué engancha tanto la caza con perro de muestra y para el perro de muestra. Una fue una floritura de Lida yendo a poner una donde jamás yo la hubiera buscado, saliéndose de la mano que llevaba para sorprenderme una vez más con su instinto. La otra un peón de Nabia de más de 5 minutos ladera arriba que casi me hace salir el corazón por la boca del suspense, en cada ribazo que subíamos me la esperaba ver volando, hasta que en el quinto se materializó. Con el cupo hecho y volviendo al coche todavía me pusieron la sexta en unos helechos secos en medio de una avellaneda, que voló como una pava, tendrá que espabilar porque si el próximo día sale igual la auguro mal final.
El sábado nueva visita a los llanos de Sahagún con Mejido. En esta ocasión no vimos ni pluma, sí que tuvimos puestos los perros y había cagadas en las dos zonas donde los días anteriores habíamos levantado sendas pitorras pero esta vez no se dejaron ni ver, así que pocas, veteranas y resabiadas. Nuevamente amenizaron el día las liebres, otras 4 vimos correr, cortando Mejido la carrera de una ellas como premio a la buena muestra que había hecho Killa y para que los bretones tuvieran al menos una recompensa después del flojo año de perdices y becadas que están teniendo en sus cotos.
Y el domingo... qué decir del domingo. Un día de esos inolvidables que la montaña te regala muy de vez en cuando. Visto que las becadas este año están más a gusto que ningún año en los robledales norteños, salí con la intención de tocar otra parte del coto a la que muy pocos años voy por la falta de resultados. Y así siguió siendo, dos vallejas tocadas y ni rastro de pitorras, hasta que terminando la segunda, al borde de los robles y las urces las perras empiezan a tocar rastro y dar peón para terminar quedando puestas al inicio de un desbroce: una dormida de 8-9 perdices. Empieza así una serie de guías y muestras que me lleva a cruzar varios desbroces con las perras puestas durante casi un cuarto de hora que pareció eterno, hasta que arrancan 4 perdices ladera abajo, selecciono una, tiro y cae, arrancando al tiro otras tantas, apunto a otra y desplumadero, medio cae, se rehace y se deja planear ladera abajo como un misil con un pata colgando y desviándose del resto hasta que la pierdo de vista por un urzal. Cobro la primera, un macho viejo, y me quedo maldiciendo por haber dejado herida la segunda, pensando en lo casi imposible que sería cobrarla habiendo visto hacia donde voló sin llegar a verla posar. Nada me fastidia más que dejar caza herida para que muera por el monte, así que detrás de ella, al menos a intentarlo. Media hora buscando por el urzal y nada, vuelta a bajar, vuelta a subir y nada, hasta que cuando casi la daba por perdida pone Lida entre unos piornos. Llega Nabia y patronea primero y muestra después hacia otro lado. Empiezan a dar peón y de nuevo puestas, peón y puestas, hasta que 30 metros más allá quedan las dos mostrando hacia unas urces cada una por un lado y sale la perdiz revoloteando, cobrándola bien las perras, un macho del año. Alegría no, lo siguiente. Con una sonrisa de oreja a oreja y recordando una y otra vez el lance y el cobro sigo hacia otro robledal a ver si el día se completa con alguna pitorra. Al poco de entrar ponen las dos, rompen y 50 metros más allá otra vez puestas. Las mando entrar, empiezan a dar peón y veo levantarse una pitorra por delante tapándoseme con las copas de los robles. Buen augurio que se confirmó en las siguientes 3 horas, viendo un total de 5 y pudiendo hacer nuevamente el cupo, con lances de todo tipo bien resueltos por las perras que están marcándose un final de temporada que me tiene "endrogado" de ellas. Una jornada que tardaré en olvidar, de la que no habrá más recuerdo que alguna foto... mientras pude hacerlas con el móvil, porque pareció que el monte quería que solo lo recordara en mi memoria, acabándose la batería de la cámara de vídeo durante los lances perdiceros y la del móvil a última hora de la mañana, incluso la de uno de los beeper durante el desenlace de la última becada. No pasa nada, ocupará lugar privilegiado en el lóbulo cinegético de mi cerebro y tiraré de recuerdos de vez en cuando para mantenerla fresca.
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