5 días seguidos pudiendo salir a cazar, pero hay que estar a todo y no podemos llegar a que sea obligación u obsesión salir al monte, así que con los tres días equivalentes a una semana normal es más que suficiente. Además, había que colaborar con la familia haciendo los avíos de la matanza y dejar algún día para estrenar la temporada de esquí, el otro vicio que me engancha a la montaña.
El rato de los jueves me llevó a recorrer un par de arroyos que en estos días de helada suele dar resultado con las pitorras y así fue, una vista que rodeada por Lida y Xana tuvo mala escapatoria.
El viernes mañana de investigación a un coto de encinas y jaras de uno de los clubes de caza a los que pertenezco y que después de 5 años todavía no conocía. Es un coto conejero 100% como además pude comprobar al encontrarme 6 cazadores, todos ellos con beagles y a la búsqueda de los conejos. Al principio un poco desubicado y desorientado con tanta ladra y voces pero al final conseguí llegar a una zona tranquila, sin conejos y donde Xana y Lida dieron con dos pitorras, haciéndome con una de ellas. Lances difíciles, hay poca opción a tirar entre las encinas y rápidamente se tapan, lo que complica sobremanera la aparente facilidad para andar por el cazadero.
El domingo estaba marcado para volver tras las perdices en compañía de Manuel y Yara y así lo hicimos, pero pese a encontrar muchas cagadas y rastros las patirrojas no se dejaron ver. Los -10º que había a las 9 de las mañana debieron espabilarlas. Aunque no entraba en nuestros planes, las perras se empeñaron en no volver de vacío y nos pusieron una pitorra que se vino a casa con nosotros pese a que de primeras casi nos burla saliéndonos por la espalda.
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