lunes, 10 de noviembre de 2014

Días de pelo

Estos últimos días de caza ha tocado pelo, la pluma no se ha dejado tocar. El jueves volví con mi padre a la zona donde el domingo pasado había volado dos bandos de rubias y allí que volvimos a verlas, pero esta vez los dos bandos volaron al coto de al lado sin poder tirarles y nos dieron calabazas. Por la tarde me fui a dar una vuelta a unos abedulares y matas de roble de un alto a ver si teníamos ya alguna pitorra. En una de esas matas las perras mostraron firmes, un pequeño peón y de nuevo en muestra. Nervios, tensión... y arranca una liebre entre los robles. Resultó ser un macho de liebre de piornal, 2,7 kg que en el chaleco pesan lo suyo. Hacía unos cuantos años que no cobraba ninguna, así que también me hizo ilusión. Otra endemismo de nuestra fauna vagamente descrita, muy poco estudiada y de la que cuesta mucho encontrar fotos en vivo.


Ante las previsiones de mal tiempo para la montaña (y acertaron, tuvimos la zona tapada de niebla y lloviendo a mares), el sábado quedé con mi amigo bretonero José Mejido para dedicar una primera jornada a las pitorras de los robledales del llano, un poco pronto de fechas, pero hay que empezar a tantear. Ni rastro de ellas, y las que pagaron nuestro intrusismo en el monte fueron una liebre, esta ya ibérica,y un conejo "CR7" que tras varios quiebros entre los robles al final se equivocó de banda. Como colofón al día una parrilla de alitas y conejo de monte adobado que nos quitaron las penas e hicieron que la tertulia se alargara merecidamente. La liebre me ha venido bien para hacer unas cuantas fotos junto con la de piornal para ver diferencias entre una especie y la otra, algo que no he encontrado en ninguna publicación o libro y que espero sirva a cualquier interesado en la materia.


El domingo vuelta a la montaña con mi padre, con Xana de baja. El sábado debió clavarse un palo en una axila y se hizo un buen boquete; 4 grapas de sutura y descanso de al menos una semana. Un día desapacible, con nieve en los altos y una brisa que cortaba la cara. Las perdices estaban a buen recaudo y no se dejaron ver más que dos solas, las despistadas de sus respectivos bandos, que debieron volar entre las escobas sin que llegáramos a escucharlas, solo nos dejaron sus gallinazas y alguna muestra de los perros como señal de su presencia. Otra vuelta a casa con una buena panzada de andar por el monte, al menos nos ponemos en forma.



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