martes, 4 de noviembre de 2014

Entre perdices y cazuelas

Fin de semana de nuevo tras las montaraces perdices. Dos medias jornadas solo de mañana probando un coto nuevo al que me han invitado a cazar la menor este año. El sábado, acompañado de mi padre, tras cuatro horas de caza solo vimos un bando de 6-7 perdices del que pude hacerme con un macho viejo que parecía el padre de todas las del coto. En la báscula dio 585 gramos, un buen bicho, con el buche repleto de semillas y hojas verdes a diferencia de las que habíamos cazado hasta ahora en las que predominaban los saltamontes y escarabajos. Además vimos dos zorros, un gato montés y 14 corzos con lo que estuvimos toda la mañana entretenidos.


El domingo volví solo a la parte más alta del coto y en otras cuatro horas de caza vi más rastros, gallinazas y muestras de los perros que en todos los días que llevamos de temporada juntos, pero la escopeta quedó muda, sin opción. Un bando de perdices rubias al que solo sentí volar entre unas urces y que solo pude ver cuando se metían al coto de al lado y otro que me dio dos vuelos entre las peñas sin dejarme arrimar a ellas y que finalmente se descolgó ladera abajo a una mata de robles donde ya no bajé por falta de tiempo (y de ganas, desnivel del 31% me marcaba el GPS del móvil...). Entre medias 4 pardas despistadas que me dejaron disfrutar de la muestra de las perras, aunque pensando que sería el rastro de las rubias recién levantadas no saqué tan siquiera la cámara para grabarlas, con las ganas que tengo de hacerles algún video levantando, otra vez será. Es raro, la rojas parece que han criado bien y la pardas me dice la mayor parte de la gente que también, pero yo solo he visto dos bandos pequeños que me hacen pensar que por mi zona no han criado tan bien. La cruda realidad de las Perdix es que tras prohibirse su caza nadie se ha preocupado tan siquiera de hacer un censo para ver cómo le va a la especie, está abandonada a su suerte, solo sabemos de ellas algún guarda preocupado, algún cazador que gusta de perrearlas de vez en cuando y algún furtivo de gatillo fácil, una pena.
Y hoy he podido disfrutar de la perdiz del sábado otra vez, en esta ocasión en el plato. La falta de tiempo de estos años de atrás me llevaba a lo fácil, dárselas a mi madre para que las preparara o hacerlas en escabeche, mucho más rápido y limpio. Este año, con el parón de trabajo hasta mediados de este mes, he vuelto a las viejas costumbres y a cocinar la caza con mimo: un arroz meloso de perdiz que he disfrutado casi tanto como el lance. El consumo de la carne de caza es una delicia, casi privilegio, diría yo, al que los propios cazadores deberíamos dar más valor aún si cabe.

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