Pues sí, este año no solo David ha subido a Estonia a entrenar, sino que también me he animado y acompañado de cuatro amigos más subí una semana hasta Estonia. El plan era pasar unos días en la isla de Vormsi colaborando con el Club della Becaccia italiano en el anillamiento de becada y censos de becadas en migración y finalizar con algún día de caza en un terreno gestionado racionalmente en la península, con control de la presión de caza, del número de cazadores y establecimiento de un cupo de tres por cazador y jornada idéntico al que tenemos aquí.
La estancia en Vormsi fue genial, con los italianos como perfectos anfitriones (reconocer especialmente a Saverio toda la ayuda y hospitalidad que nos prestó) y en compañía de David que se ya se maneja por la isla como pez en el agua. Buena densidad de becadas que permitieron disfrutar tanto de unos cuantos lances con los perros cámara en mano como del anillamiento nocturno.
Los días de caza fueron también bonitos. Bosques interminables muy variados, cambiando de cazadero todos los días, predominando el abeto y el abedul, pero muy secos, con un otoño que calificaban como el más seco en 70 años, con solo 3 días de lluvia en agosto, septiembre y octubre. En estas condiciones solo se había visto un fuerte movimiento migratorio a mediados del mes de octubre, becadas que duraron por la zona solo un par de días siguiendo ruta en su camino hacia el sur. Por tanto, nos encontramos pocas becadas y esquivas, metidas en las zonas más cerradas y umbrías del bosque, donde había algo humedad. Al cupo establecido no llegamos ninguno, ni falta que hizo, puesto que las 6-10 becadas diarias vistas de media para cada uno de nosotros, más 2-3 grévoles y alguna que otra liebre fueron más que suficientes para poner a los perros jóvenes que llevábamos en contacto con las becadas, respondiendo positivamente la mayoría de ellos. En mi caso el objetivo era ver la reacción de Nabia a sus 14 meses frente a sus primeras becadas, y me dejó más que satisfecho, con ganas de verla funcionar esta temporada en nuestros robledales leoneses.
Una aventura que se hizo inolvidable en compañía de mis compañeros de viaje Pere, Palomo, Ricardo y Mejido. Risa tras risa, cachondeo tras cachondeo, tertulia tras tertulia y anécdota tras anécdota. Los 8000 km y 84 horas de viaje entre ida y vuelta se hicieron hasta cortos. Esperemos poder repetirlo en el futuro.
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