Fin de semana pasado por agua. Desde el miércoles lloviendo sin parar, pero con los próximos dos fines de semana perdidos de antemano por compromisos laborales y el día de Reyes que se esfumó, no podíamos dejar pasar este, así que botas de agua, impermeable y al monte.
He salido los dos días en el coto del pueblo, a probar dos zonas que todavía tenía sin tocar y que aparentemente debieran ser paradisíacas para las pitorras: de bosquetes de avellanos, abedules y acebos, con claros de turbera en medio y numerosos arroyos, pero ahí ni rastro de ellas. Las que se ven salen en las matas de robles. Eso sí, el suelo de los bosquetes de la triple A están limpios de sotobosque mientras que entre los robles todo el suelo está tapizado de urces más o menos altas. Está claro que ellas son las que deciden si un sitio es bueno o malo.
El resultado de los dos días fue el mismo, solo una pitorra vista pero efectividad a tope, el sábado al tercer vuelo después de dos levantes sin dar opción a tirarle al salir hacia la cara de los perros y la del domingo cobrada al primer levante después de marchar herida y pensar que la perdía. La curiosidad fue que esta última dio un peso en la báscula de 371 g, la más gorda que he cazado hasta el momento.
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